domingo, 12 de marzo de 2017

ANÁLISIS DE TEXTOS
ELOGIO DE LA GUERRA
Por Luis Tejada

Es interesante y conmovedor ver los esfuerzos enormes que hacen los hombres en todas partes, por aparecer pacifistas, por amar y realizar ese sueño absurdo e inexplicable que se llama la paz. Pero en la íntima realidad, en la realidad profunda y subterránea del corazón, ningún hombre logra ser pacifista verdadero; aún bajo la capa gruesa de carne del burgués más burgués y más gordo, queda una divina chispa bélica, una partícula del instinto supremo de la guerra, que no han logrado apagar definitivamente ni las alucinaciones locas de la razón ni la influencia de una vida regalada y soñolienta.

Y es que el hombre es, al fin y al cabo, un animal noble y fuerte dotado de poderosa vida interior; para alimentar su alma insaciable tiene que eliminar lo externo, que absorber lo circundante; mientras más alma se tenga, más potente es el instinto de la absorción; podría decirse que, después del combate, los vencedores se han asimilado el alma de los muertos, la han incorporado a su vida interior, acrecentándola; por eso sin duda los ojos de los vencedores son tan luminosos y sus piernas tan ágiles y tan vitales.

Pero, por una singular contradicción, el hombre se avergüenza de la guerra. Es verdad que, generalmente, el hombre se avergüenza de todo lo que pudiera enorgullecerlo. Del amor, por ejemplo; sin embargo, el amor, como la guerra, es una sed infinita de alma; un abrazo y una estocada son dos maneras distintas de vigorizarse, de duplicarse interiormente, eliminando o queriendo eliminar a otro ser. El hombre se avergüenza de ambas cosas, quizá por la secreta y misteriosa afinidad que hay entre ellas. En todo caso, el pobre hombre sueña siempre con llegar a ser una entidad dócil, apacible, conciliadora, llena de dulce benignidad hacia todas las cosas, y especialmente hacia los otros hombres; y hay muchos que logran conseguirlo aparentemente, superponiendo a su naturaleza esencial de animales puros, una naturaleza artificial confeccionada a base de razonamientos idealistas y de sueños fantásticos. Pero, en el fondo, la chispa selvática y agresiva vigila: yo conozco convencidos pacifistas que al ver pasar bajo sus balcones un batallón rutilante o al oír en el campo de maniobras la sonora y milagrosa voz del clarín, gritan vivas al ejército y tiran los sombreros al aire, penetrados, a su pesar, de la inefable emoción que produce la sola visión de los guerreros en marcha. Las más razonables diatribas contra la guerra y los principios más arraigados de benevolencia humana no llegarán a oscurecer nunca la figura estimulante del guerrero, bello, intrínsecamente bello, en medio de su decorativa esplendidez.
Lo que sucede, en los pueblos obstinadamente pacifistas, es que el instinto de la guerra degenera en curiosas desviaciones hacia el crimen y la violencia particular. En una época normal de guerra, el Hombre Fiera, por ejemplo, hubiera sido indudablemente un gran general; su alma misteriosa y voraz lo hace creer así; hubiera sido, sencillamente, un Napoleón, con toda su enérgica vida interior y su juventud sobrehumana. Un boxeador es un capitán de dragones en calzoncillos, a quien la paz arrebató su espada formidable. El mal humorado solterón que al levantarse esta mañana le tiró con la escupidera a su sirvienta, es un guerrero auténtico que se ha quitado a sí mismo un campo de batalla, unas armas y unos enemigos dignos de él, y que lógicamente debían estar a su alcance. Pero no ha podido quitarse -como debiera ser para proceder con justicia- no ha podido quitarse su instinto bélico. Ahí me tiene la contradicción curiosa que suele haber entre los sueños pacifistas de los hombres y su alma violenta: entre el instinto poderoso y la idea efímera.
1.   Defina, de acuerdo al contexto los siguientes términos:
BÉLICO
ESTOCADA
INEFABLE
INSACIABLE
BENIGNIDAD
DIATRIBAS
CIRCUNDANTE
CLARÍN
ESCUPIDERA

2.   Explique lo que el autor quiere decir con las siguientes expresiones:
·         Para alimentar su alma insaciable tiene que eliminar lo externo, que absorber lo circundante.
·         El amor, como la guerra, es una sed infinita de alma; un abrazo y una estocada son dos maneras distintas de vigorizarse, de duplicarse interiormente, eliminando o queriendo eliminar a otro ser.
·         El hombre se avergüenza de todo lo que pudiera enorgullecerlo.
3.   ¿En el elogio a la guerra se defiende o se cuestiona el pacifismo? Justifica tu respuesta.
4.   El autor plantea la siguiente idea: “…Pero en la íntima realidad, en la realidad profunda y subterránea del corazón, ningún hombre logra ser pacifista verdadero.” ¿Estás de acuerdo o no con la afirmación? Sustenta tu opinión.
5.   ¿Estás de acuerdo con la comparación que hace el autor entre el amor y la guerra? Justifica tu respuesta.

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